América Latina, a partir de una
renovada crítica al desarrollo convencional, se encuentra en un proceso
de reencuentro con sus orígenes. Por un lado, se mantiene y recupera una
tradición histórica de críticas y cuestionamientos que fueron
elaborados y presentados desde esta región hace mucho tiempo atrás, pero
que quedaron rezagados y amenazados por el olvido. Por otro lado,
afloran otras concepciones, sobre todo originarias de los pueblos y
nacionalidades ancestrales del Abya Yala, así como también provenientes
de otras regiones de la Tierra.
Sus expresiones más conocidas nos
remiten a las constituciones de Ecuador y Bolivia: el Buen Vivir o sumak
kawsay (en kichwa), el Vivir Bien o suma qamaña (en aymara) y también
sumak kawsay (en quechua). A más de estas visiones hay otras
aproximaciones a pensamientos filosóficos de alguna manera emparentados
con la búsqueda del Buen Vivir desde visiones filosóficas incluyentes en
diversas partes del planeta. El sumak kawsay, en tanto cultura de la
vida, aun con diversos nombres y variedades, ha sido conocido y
practicado en diferentes períodos en las diferentes regiones de la Madre
Tierra: incluso se podrían rescatar elementos de la “vida buena” de
Aristóteles. El Buen Vivir, por tanto, no es ninguna originalidad ni
novelería de los procesos políticos de comienzos del siglo XXI en los
países andinos. El Buen Vivir forma parte de una larga búsqueda de
alternativas de vida fraguadas al calor de las luchas de la Humanidad
por la emancipación y la vida.
Con su postulación de armonía con la
Naturaleza, con su oposición al concepto de acumulación perpetua, con su
regreso a valores de uso, el Buen Vivir, en tanto propuesta abierta y
en construcción, abre las puertas a formulaciones y visiones
alternativas de vida. El Buen Vivir, en suma, propone un cambio
civilizatorio.
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